Descripción
Un día, no tan mágico, desperté con mi cabeza y mis sentimientos hechos un meollo total. Por un milagro inesperado que me tenía destinado la naturaleza, me encontré maravillada con una joya arquitectónica única… un nido, cuya sencillez contrastaba con su gran funcionalidad. Fue así como mi curiosidad me hipnotizó tras la observación de un nido que, en un principio, parecía abandonado, y que me llevó a plantearme la teoría de que todos construimos un nido interior a lo largo de nuestra vida. Con la terquedad que me caracteriza, no descansé hasta encontrarlo, y me llevé la sorpresa de que el mío estaba maltrecho y abandonado, tanto así que me fue imposible habitarlo. Empezó así, entonces, la difícil tarea de repararlo: organicé uno a uno los recuerdos y, con los hilos de las historias, enhebré el instrumento mágico del amor y el perdón, y zurcí los agujeros dejados por las falencias afectivas de todo tipo (abandono, rencores, envidias y demás)… Finalmente, este nido fue cómodo y acogedor, y me albergué en él para repararme, cambiar de alas, y cuando me sentí fuerte, volví a retomar el vuelo.
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